“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero…” Juan 17:3

¿QUIÉN ES
EL DIOS VIVO?

CONOCIENDO AL DIOS DE LA BIBLIA

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¿Quién Es El Dios Vivo?

Conocer a Dios a través de las páginas de la Biblia parece a veces un reto, pero al mismo tiempo es emocionante. Esta breve guía te explicará los siguientes temas:
  • Encontrar el significado del relato en que Dios se revela a Moisés por medio de un ángel en una zarza ardiente.

  • Comprender el papel de los ángeles acerca de cómo funciona Dios.

  • Aprender acerca de un tema bíblico clave, la manifestación de Dios y su importancia para ti.

  • Explorar cómo Jesucristo representó a Dios y apreciar más de cerca al Hijo de Dios en el proceso.

  • Descubrir algunas implicaciones interesantes que esta clara enseñanza bíblica tiene para el concepto de “la Trinidad”.

Esta es una oportunidad para conocer a Aquel que te creó para Su propósito. En verdad, ¿qué podría ser  mejor que eso?

“No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor.” ~ Jeremías 9:23-24

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Conocer a Dios es un estudio a veces desafiante, pero al mismo tiempo, ¡es emocionante!

¿Alguna vez te has preguntado acerca de Dios?

No me refiero sólo a preguntarse si existe o no. Supongo que si ya estás leyendo esto probablemente creas en Su existencia. Más bien entonces ¿alguna vez te has preguntado quién es Dios?

En efecto se siente como si este fuera el siguiente paso para llegar a saber quien es nuestro Creador. Primero, nos preguntamos si realmente existe. Una vez que afirmamos esa creencia, entonces formulamos la siguiente pregunta: “Bueno, si existe, entonces, ¿quién es Él?”

Durante siglos y milenios, la humanidad ha tratado de responder a esta pregunta. Religión tras religión ha desarrollado su propio concepto de Dios, desde dioses humanos de los griegos e hindúes, hasta el Dios trino del cristianismo. Un grupo tras otro ha tratado de conocer y entender la verdad acerca de Dios. Este artículo es otro intento, pero hecho un poco diferente y con un enfoque particular.

La clave está en conocer mejor a Dios. Estos próximos  momentos que pasaremos juntos, vamos a estudiar  detenidamente las páginas de la Biblia, meditando sobre lo que  dice la Palabra de Dios. Enlazaremos las ideas e imágenes que provienen de los versículos que leemos y después de reunirlos, intentaremos ver lo que el Dios de la Biblia ha revelado acerca de Sí mismo.

En nuestro esfuerzo, primero veremos cómo Dios se revela a sí mismo. Esto se denomina a veces “manifestación de Dios”. Veremos cómo este término se define por las acciones de ambos ángeles y del Señor Jesús y luego desde allí elaboraremos nuestro marco para comprender las características y el propósito de Dios más completamente.

Conocer a Dios es un estudio que a veces parece difícil, pero al mismo tiempo es emocionante. Cuando profundizas en un verso que tal vez has leído antes, o cuando descubres “misterios” que una vez fueron ocultos, los resultados son increíbles. ¡Esta es una oportunidad para aprender acerca de Aquel que nos creó y nos dio la vida!

En serio, ¿qué podría ser mejor que eso?

El Papel de la Fe Racional

Al trabajar juntos en este estudio, usaremos la Biblia como fundamento con la suposición de que todos estamos de acuerdo que la Biblia es verdaderamente la palabra inspirada de Dios.1Si desea fortalecer su convicción de que la Biblia es realmente la palabra inspirada de Dios, otro artículo de esta serie puede ser útil: Is There A Living God? Junto con ese principio inicial, también tenemos otros dos principios clave del estudio bíblico que seguiremos:

#1Considerar el contexto (o información de fondo)

El contexto puede ser enorme para entender un pasaje. Si tuviéramos que tomar un verso aislado y tratar de deducir su significado, probablemente podríamos llegar a un puñado de ideas. Sin embargo, cuando leemos un versículo en su contexto, considerando los versículos que están antes y después, podemos unir toda la escena de lo que estaba ocurriendo. A partir de ahí, podemos construir un significado basado en los acontecimientos que rodean nuestro versículo.
#2Preguntarnos “¿por qué?”

A lo largo de la Escritura hay varios detalles (¡e incluso cuando no hay muchos detalles!) que casi parecen arbitrarios ¿Por qué se nos dice que el rey David era un efratita (1 Samuel 17:12), y ¿qué significa eso? ¿Por qué habló el Señor Jesús en parábolas (Mateo 13:10)? ¿Por qué vio el apóstol Juan una visión de un dragón con siete cabezas (Apocalipsis 12:3)?
Cuando leemos las Escrituras, y particularmente cuando vemos este tipo de detalles, tenemos que preguntarnos “¿Por qué?” ¿Por qué escogió Dios usar esas palabras específicas? ¿Por qué actuó de esa manera? ¿Por qué realizó un tipo de milagro y no otro?
Nuestra meta en este estudio es comenzar a entender a Dios y llegar a conocerlo y preguntarnos “¿Por qué?” Esto proporciona una base para todo. Cuando comenzamos a preguntarnos por qué Dios actuó de cierta manera, entonces comenzamos a investigar Su pensamiento e intentamos entender Su propósito.

Con esos dos principios en mente para nuestro estudio, retrocedamos en el tiempo unos milenios.

moses and the burning bush

La Zarza Ardiendo

Es difícil imaginar exactamente cómo habría sido, pero conocemos algunos de los detalles. Moisés había ido al monte Sinaí (también conocido como el monte Horeb) donde cuidaba de las ovejas de su suegro (Éxodo 3:1). Probablemente el calor era implacable y toda la vegetación circundante habría sido sólo pequeños arbustos y árboles secos. Sólo en el desierto, algo de repente le llamó la atención: una zarza.

Sin embargo, no era solo un arbusto, era un arbusto envuelto en llamas. Moisés no sabía que en realidad era un ángel:

Le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza; y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (Éxodo 3:2)

¡Esto era imposible! Moisés estaba mirando un arbusto seco que debería haberse convertido en cenizas en cuestión de segundos, ¡y sin embargo todavía estaba allí! Durante un minuto, dos minutos, tres minutos, siguió ardiendo. Finalmente, Moisés decidió acercarse y averiguar lo que estaba viendo. Entonces sucedió algo increíble. Moisés oyó su nombre. Al principio, podría haber pensado que estaba alucinando (¡piensa en lo caliente y seco que era!). Entonces, oyó aún más. Desde en medio del arbusto, Moisés oyó al ángel de Dios hablándole, y en medio de su conversación, el ángel dijo algo curioso: Ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: 

El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido, diciendo: ‘Ciertamente os he visitado y he visto lo que se os ha hecho en Egipto.’ (Éxodo 3:16).

¿Notaste algo extraño en el mandamiento del ángel a Moisés? Solo considera quién lo dijo y qué significó exactamente. Un ángel habló estas palabras (v.2). Sin embargo, el ángel le dijo a Moisés que les dijera a los ancianos de Israel que “El Señor, el Dios de vuestros padres”, se le había aparecido. De hecho, casi como para conectar el versículo 16 con el versículo 2, la Biblia dice: “se le apareció el ángel del Señor” ¡Es casi como si el texto llamara al ángel, “el Señor”!

¿Qué significa esto? ¿Está diciendo literalmente que este ángel era Dios? ¿Se podría decir eso de un ángel?

Antes de que esto suene demasiado problemático, es importante que nos detengamos y consideremos nuestros principios de estudio. Cuando vemos detalles como este en el registro, cosas que no parecen encajar, tenemos que seguir sondeando. Tenemos que preguntarnos “¿Por qué?”

Primero, podemos estar seguros de que Moisés realmente vio a un ángel y de que el ángel le habló y lo envió de vuelta a Egipto. Lo sabemos porque el Nuevo Testamento lo confirma.

Este Moisés, a quien ellos rechazaron, diciendo: “¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?” es el mismo que Dios envió para ser gobernante y libertador con la ayuda del ángel que se le apareció en la zarza. (Hechos 7:35)

Las palabras de Esteban confirman lo que leemos en Éxodo. Moisés vio a un ángel en el arbusto, que hablando como si fuera Dios, el ángel envió a Moisés de vuelta a Egypto. Sin embargo Esteban añade un detalle significativo. No es que el ángel fuera Dios mismo, sino Dios obró a través del ángel; Esteban dice que Dios envió a Moisés por la mano del ángel, como si Dios diera el mandamiento y el ángel lo llevara a cabo. Dado que el ángel estaba trabajando en nombre de Dios, las escrituras por lo tanto lo llaman simplemente “el Señor.”

La Ley de Moisés

A continuación, considera un tipo de situación similar.

A lo largo del Nuevo Testamento, los creyentes comprendieron que el pueblo recibió la ley judía (la ley de Moisés) por ángeles. Mirando de nuevo el discurso de Esteban, en realidad dijo esto dos veces en el transcurso de su testimonio:

Este es el que estaba en la congregación en el desierto junto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para transmitirlas a vosotros. (Hechos 7:38)

Cuando Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo los “palabras de vida”, o la ley, Esteban declaró que estaba hablando con un ángel.

Cuando Esteban alcanzó el clímax de su discurso, el lugar donde condenó a los gobernantes judíos por no adherirse a la ley y realmente aprender sus principios, les recordó de nuevo que los ángeles les habían dado la ley.

Vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles y sin embargo no la guardasteis. (Hechos 7:53)

Adelante, en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo dijo lo mismo (Gálatas 3:19), así como el escritor a los hebreos (Hebreos 2:1-3).

Cuando lees el Antiguo Testamento, curiosamente, cada capítulo que analiza la creación de la ley de Moisés siempre y sin reservas atribuye la ley a Dios. No dice que Dios dio la ley de alguna manera misteriosa, más bien, afirma que Dios literalmente habló las palabras de la ley a Moisés. El capítulo que primero menciona los Diez Mandamientos dice esto muy claramente:

Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (Exodo 20:1-4)

Dios habló las palabras de la ley. Mientras los pronunciaba, Dios le dijo a Moisés: “Yo soy el Señor tu Dios.” Según el registro del Antiguo Testamento, Dios mismo dio estas palabras a Moisés (cf. Éxodo 34:1-2). Sin embargo, a lo largo del Nuevo Testamento, parecería como si fuera una práctica cristiana estándar reconocer que los ángeles dieron la ley al pueblo.

¿Por qué la discrepancia?

Una vez más, esto parece ser un ejemplo de ángeles que llevan el nombre de Dios porque actúan en Su nombre. A los ángeles, aunque tienen sus propios nombres individuales, se les dio el privilegio de llevar el título y el nombre de Dios porque todo lo que hacían en esa situación era la voluntad y el plan de Dios. Estaban llevando a cabo Sus acciones bajo Su nombre.

Esencialmente lo representaban, y como Sus representantes, tomaron Su nombre:

Como verás, voy a enviar a mi ángel para que te preceda en el camino, y te proteja y te introduzca en el lugar que te he preparado. Ten mucho cuidado y escucha su voz. No le seas rebelde, porque él no les perdonará su rebelión, porque va en mi nombre. Pero si en verdad escuchas su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y afligiré a los que te aflijan. Sí, mi ángel te precederá y te llevará a la tierra… (Exodo 23:20-23)

Manifestación de Dios

A lo largo de la Escritura, Dios ha utilizado representantes para mostrar Su carácter y revelar Su pensamiento. Al representarlo, llevaron consigo Su nombre o Su título. Estaban hablando Sus palabras. Estaban cumpliendo Su voluntad. Esto no sólo se hizo con los ángeles, sino también con los profetas y como veremos en breve, incluso con el Señor Jesucristo. En lugar de aparecer expresamente a las personas e interactuar con ellas, Dios se reveló a sí mismo a través de varias personas.2Dios también se reveló a sí mismo hasta cierto punto a través de su pueblo como nación. Ver, por ejemplo, Deuteronomio 4: 6-8, Éxodo 19: 5-6. Dios también se reveló en cierta medida a través de Su pueblo como nación. Véase, por ejemplo Deuteronomio 4:6-8, Éxodo 19:5-6. Llamó a estas personas para que lo representaran y luego les dio Su nombre. Este es un proceso que me gusta llamar “manifestación de Dios”, la revelación de Dios. Dios se revela a sí mismo a través de individuos, que muestran o manifiestan Su carácter.

¿Por Qué Representación?

Una vez más, tenemos que hacer la pregunta: “¿Por qué?” De todas las maneras en que Dios podría revelar a la gente acerca de Sí mismo, ¿por qué elegiría dar Su nombre a otros, nombrarlos Sus representantes y hacer que enseñen a los demás acerca de Él? ¿Qué pasaría si esas personas no mostraran Su carácter? ¿Se percibiría a Dios como aquel desconfiable empleado que está representando el nombre de una empresa?

Desafortunadamente, esto ha sucedido (por ejemplo, Ezequiel 36:22). A pesar de que ha habido individuos y naciones que no han estado a la par con el nombre que se les ha dado, hay una serie de razones por las cuales Dios elige revelarse de esta manera.

#1 – Funciona muy bien con la Escritura. Dios explica Su carácter en Su palabra. Luego llama a individuos y naciones a vivir ese personaje, para que la gente pueda ver un verdadero ejemplo vivo.

#2 – La gloria de Dios es tan grande que los hombres mortales no pueden verla físicamente. Dios le dijo a Moisés en el monte Sinaí: “No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir” (Éxodo 33:20). Nadie puede ver el rostro de Dios y vivir. Es simplemente demasiado impresionante, demasiado glorioso para que podamos tolerarlo. 

La cual manifestará a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de reyes y Señor de señores; el único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea la honra y el dominio eterno. Amén.” (1 Timoteo 6:15-16)

El resplandor de Dios es tan grande que es “inaccesible”. Por lo tanto, ningún hombre mortal lo ha visto nunca, y ningún hombre mortal podrá. Es simplemente imposible. Por esta razón, Dios ha elegido revelar Su carácter a través de individuos, como los ángeles, que la humanidad puede ver.

#3 – El deseo de Dios de que Su carácter y sus caminos se manifiesten en los demás se relaciona con el plan de Dios para el futuro. Nuestro Creador quiere que las personas se esfuercen por ser como Él hoy, pero un día, por la gracia de Dios, Él completará este proceso. En otras palabras, Dios demuestra Su carácter y caminos para ser visto por aquellas personas que llevarán Su Nombre permanentemente!

Ahora debemos dedicar algún tiempo a considerar al Señor Jesús, nuestro último ejemplo (1 Pedro 2:21). De todos los que han vivido, tratamos de seguirlo a él. Su vida entonces y su vida ahora deben entrelazarse maravillosamente con la nuestra. Para entender nuestro futuro, debemos entenderlo mejor. ¿Cómo encaja en todo esto y en cómo nos ayuda la manifestación de Dios (es decir, manifestarse en los demás) a comprender mejor al Señor Jesucristo?

El Señor Jesucristo

Más que cualquier otra persona que haya vivido, Jesucristo representó al Padre. Era un representante perfecto. Imagínense cómo habría sido pasar un día con él, un hombre sin pecado. Cada decisión que tomó fue correcta. Cada palabra que dijo fue verdad. No sólo eso, dijo exactamente lo que había que decir en ese momento. Compartió todas las características de Dios: la misericordia, la gracia, la paciencia, la bondad, la verdad y la justicia, todo en un hermoso equilibrio (cf. Éxodo 34:6-7). ¡Esencialmente, pasar un día con Jesús era como pasar un día con Dios! Como el Señor enseñó a sus discípulos:

“Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto.” Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.” Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre?” (Juan 14:7-9)

Antes de continuar, vuelve a leer esos versículos y busca algo bastante sorprendente. ¿Lo ves? Al principio, parece que el Señor Jesús les enseñó evidentemente a sus discípulos que él era el Padre. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Tomado literalmente, esto significaría que Cristo no era en realidad el Hijo, ¡sino el Padre!

Sin embargo, recuerde, cuando vemos discrepancias como esta en las Escrituras, tenemos que intentar indagar más profundamente. Ahí es donde nuestro contexto del Antiguo Testamento con los ángeles puede ayudar. A lo largo del Antiguo Testamento, el Padre le dio a los ángeles la autoridad para representarlo. Compartieron su carácter; actuaron en su nombre. Por tanto, llevaban Su nombre.

El Señor Jesús estaba explicando lo mismo aquí a sus discípulos. A los discípulos les habría quedado claro que Jesús no era en realidad el Padre. Lo conocían desde hacía años y sabían que ningún hombre podía ver el rostro de Dios y vivir. Sin embargo, el Señor les dijo que las personas que lo vieron a él habían visto al Padre. ¿Por qué? 

Porque era el representante perfecto de Dios.

El Representante Perfecto

Como el representante perfecto de Dios, encontramos que sus decisiones fueron las mismas que Dios habría hecho en la misma situación. Sus acciones fueron las mismas que Dios habría hecho en ese mismo evento. Para verificar aún más esta conclusión, observa que el Señor Jesús había explicado este concepto a sus discípulos y a los judíos repetidamente durante su ministerio:

Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ese recibiréis. (Juan 5:43)

Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, estas dan testimonio de mí. (Juan 10:25)

¡No es de extrañar que reprendiera a Felipe por su petición de mostrarle el Padre! Durante tres años, el Señor Jesús había explicado al pueblo que todo lo que hizo era lo que el Padre habría hecho. No era el Padre. En cambio, era el representante de Dios. Considera estos pasajes:

Jesús, respondiendo, les decía: “En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera.” (Juan 5:19)

De este modo, el Señor hizo las mismas acciones que el Padre, porque aprendió esas acciones de Dios mismo. Cristo no podía hacer nada por su cuenta; sólo podía hacer lo que el Padre le había enseñado. Unos pocos capítulos más tarde, vemos lo mismo:

Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo estas cosas como el Padre me enseñó. (Juan 8:28)

Es el mismo mensaje. El Señor hizo lo que su Padre le enseñó. Más adelante en Juan, el Señor lo hizo todavía más claro:

Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre mismo que me ha enviado me ha dado mandamiento sobre lo que he de decir y lo que he de hablar. (Juan 12:49)

Cristo siempre pronunció las palabras de Dios (cf. Juan 14:24, Hebreos 1:1-2). Siempre realizaba las acciones de Dios. Declaró enfáticamente que lo hacía porque Dios le había ordenado hacerlo. Dios le había dicho específicamente lo que iba a decir y lo que no iba a decir. Era una relación extraordinaria entre Padre e Hijo. Fue una relación que mostró poderosamente al Señor Jesús como el representante de Dios y quien demostró maravillosamente el concepto de la manifestación de Dios. 

Sin embargo, al mismo tiempo, también indica una relación diferente entre el Señor Jesús y su Padre de la que normalmente se enseña en muchas iglesias, y tal vez nos da un pequeño desafío en nuestro intento de entender y conocer a Dios.

 

“Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.”

~ 2 Corintios 4:6

La Trinidad Definida

A lo largo de la cristiandad, hay un acuerdo general sobre la relación entre Jesús y su Padre: ambos son parte de la divinidad, típicamente conocida como la Trinidad. Jesús es la porción “Hijo” de la Trinidad, el Padre es la porción “Padre” de la Trinidad, y la tercera persona es el Espíritu Santo. Generalmente, se afirma que estas tres personas en la Trinidad son todas “co-iguales” y todas “co-eternas”, lo que significa que las tres tienen el mismo estatus y todas han existido desde el principio de los tiempos. Juntos, componen lo que conocemos como “Dios”, y sin embargo, por separado, todos ellos son “Dios” también. Por lo tanto, Jesús es Dios, el Padre es Dios, y el Espíritu Santo es Dios.

Una Relación Diferente

Sin embargo, esa enseñanza simplemente no está de acuerdo con lo que el Señor Jesús enseñó acerca de sí mismo.

Como acabamos de leer, el Señor subrayó al pueblo que no hizo nada de sí mismo. Solo podía hacer lo que el Padre le había enseñado. Sólo podía decir las palabras del Padre. Aún más, el Padre le mandó decir ciertas cosas.

La relación entre el Padre y el Hijo tal como lo describe Jesús en el evangelio de Juan es muy diferente de la relación que se enseña en la mayoría de las iglesias. Aquellos que son “co-iguales” no se dan órdenes el uno al otro. De hecho, el Señor Jesús fue más allá de decir que el Padre lo había mandado. Poco después de reafirmar su función representativa a Felipe, el Señor Jesús hizo una declaración muy clara sobre su relación con su Padre:

Oísteis que yo os dije: “Me voy, y vendré a vosotros.”. Si me amarais, os regocijaríais porque voy al Padre, ya que el Padre es mayor que yo. (Juan 14:28)

Considera la manera en que Jesús explicó su relación con Dios. Dijo que se iba a ir y dejar a los discípulos y, en lugar de estar con ellos, estaría con el Padre. Si sus discípulos realmente lo amaban, dijo, se regocijarían por él, porque él iba a Aquel que era mucho más grande que él. Iba al Padre. Este no es el lenguaje de la igualdad.

Una vez más, se podría afirmar que este era simplemente el tipo de relación que Jesús tenía con Dios mientras estaba en la tierra. Sin embargo, incluso después de la exaltación de Jesús al lado del Padre, todavía vemos una relación que no es igual. El apóstol Pablo escribió acerca del momento en que el Señor Jesús establecería un reino justo en esta tierra y enseñaría la verdad y la paz a todas las personas:

Porque Dios ha puesto todo en sujeción bajo sus pies. Pero cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a aquel que ha sometido a Él todas las cosas. Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. (1 Corintios 15:27-28)

Mientras que todos los pronombres en estos versículos pueden ser difíciles, observen el sentido: todas las cosas serán puestas bajo Jesús, excepto Aquel que le dio “todas las cosas”. Por lo tanto, todos estarán bajo el control del Señor Jesús y todos serán sus súbditos, excepto el Padre. Él es Aquel que le dio todas las cosas a Jesús, y es Aquel que sigue siendo el Señor del Universo, nunca sujeto a nadie.

Parece que la Escritura en realidad enseña una relación un poco diferente entre Jesús y el Padre que la que enseña la Trinidad. En lugar de que Jesús y el Padre sean “co-iguales”, Jesús se identifica como el hombre más exaltado que ha vivido que ahora está a la diestra del Padre (por ejemplo, Hebreos 1:3). Es por eso que la Escritura se refiere repetidamente al Padre como el Dios de nuestro Señor Jesucristo, porque el Señor Jesús, si bien tiene una posición extremadamente elevada, todavía está sujeto al Padre.3Por ejemplo, Juan 20:17, 2 Corintios 11:31, Efesios 1:15-17, 1 Pedro 1:3, Apocalipsis 3:12  Es por eso que la Escritura dice que Dios “exaltó” a Jesús, porque el Padre era el único que tenía el poder, y dio ese poder a Jesús.4Por ejemplo, Mateo 28:18, Juan 13:3, Hechos 3:13, Hechos 5:30-31.

¿Contradicciones?

Esta idea de igualdad es solo una pieza del rompecabezas. Cuando comenzamos a examinar más la idea de la Trinidad, considerando más profundamente la idea de que Jesús era en realidad Dios mismo, en lugar de representante de Dios, muchas contradicciones comienzan a surgir.

La siguiente tabla resume estas contradicciones. Por favor, considéralas cuidadosamente. No tienen el propósito de faltar el respeto de las creencias con las que hayas crecido, en cambio, están aquí para animarnos a conocer a Dios. Están ahí para desafiarnos a meditar en lo que dice la Biblia. Cuanto más pensemos en ese Libro y más tratemos de conocer al Dios que nos creó, mejor estaremos con nosotros mismos.

Si Jesús fuera literalmente y totalmente Dios, considere las implicaciones:

Desafortunadamente, mirando estas contradicciones, parece como si la Trinidad a menudo oscurece nuestra comprensión de quién es realmente el Padre, creando problemas e inconsistencias con otros pasajes de la Escritura.

Si creemos en la doctrina de la Trinidad, estas incoherencias necesitan ser reconciliadas, especialmente algunas partes importantes de nuestra fe como la muerte de Cristo en la cruz!

Creo que la palabra escrita de Dios, al no tener verdaderas contradicciones por sí sola, reconcilia todas estas incoherencias de manera bastante sencilla: no enseña la doctrina de la Trinidad.

En cambio, considera lo que vimos anteriormente acerca de los ángeles y el Señor Jesucristo. Los ángeles fueron llamados “Dios”. Como vimos, esto no significaba que fueran Dios mismo. Ninguno de nosotros pensaría en decir que los ángeles eran parte de Dios. En cambio, el Padre dio a los ángeles este nombre porque lo representaban perfectamente y actuaban en Su nombre. Revelaron Su carácter y propósito por completo.

Como también vimos anteriormente, lo mismo es cierto con el Señor Jesucristo. En lugar de ser parte de la Trinidad y ser “Dios” mismo, el Señor Jesús es un representante de Dios. Muestra perfectamente el principio de la manifestación de Dios al llevar el nombre de Dios.

Una vez que empieces a buscarlo, verás esta enseñanza a lo largo de toda la Biblia. De hecho, el escritor de los hebreos usó un término que refuerza poderosamente lo que acabamos de ver sobre Jesús. Observa cómo el escritor describió al Señor con relación a su Padre:

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hij… Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza… (Hebreos 1:1-3)

El Señor Jesús es la “la expresión exacta” de quién es Dios realmente, su carácter y sus caminos. Ten en cuenta las palabras específicas utilizadas allí. El escritor no dijo que Jesús era literalmente Dios mismo. No dijo que era parte de Dios. En cambio, dijo que él era la “la expresión exacta” de Dios. Era una “imagen exacta” de Dios, como traducen esta frase algunas versiones bíblicas.

Esencialmente, el Señor Jesús fue para Dios como la imagen que vemos cuando caminamos frente a un espejo. Es una imagen de nosotros y hace las mismas cosas que nosotros, pero no es literalmente nosotros. Así fue como Jesús se describió a sí mismo; hizo las cosas que su Padre hizo y no pudo hacer nada por sí mismo (Juan 5:19, 30).

Lo que es importante recordar acerca de una imagen es que no es literalmente lo mismo que el original; más bien, se parece al original.

Reunir todo

Hemos estado tratando de conocer mejor a nuestro Dios y lo que hemos visto es que se revela a sí mismo a través de representantes. A lo largo del Antiguo Testamento, usó a los ángeles para llevar a cabo Su voluntad y para promulgar Su propósito. Hablaban en Su nombre y llevaban Su nombre. A veces sucede lo mismo con los profetas.

Cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos algo un poco diferente suceder. Aunque los ángeles siguen siendo representantes de Dios, vemos a un hombre entrar en escena que era algo más que un representante, él era la “la imagen misma” de Dios. Todo lo que Dios habría hecho si hubiera estado aquí fue lo que Jesús hizo. Jesús no hizo nada por sí mismo. Habló las cosas que Dios le había mandado. Era el representante perfecto, y es por eso que podía ser llamado “Dios”,5Jesús una vez se enfrentó a los gobernantes, los jueces sobre el pueblo de Dios, señalando que a ellos también se les llamaba “dios” debido a su papel de representación en la nación. Jesús les expuso el Salmo 82 para probar su punto y condenarlos implícitamente por no ser verdaderos representantes de Dios. Este relato se encuentra en Juan 10: 29-38. así como los ángeles estaban en el Antiguo Testamento (por ejemplo, Juan 20:28).

En nuestro intento de entender a Dios, hemos tropezado con un desafío inesperado a la enseñanza de la Trinidad. Hemos encontrado que la Trinidad está en desacuerdo con la enseñanza de la Biblia acerca de Jesucristo. En cambio, hemos aprendido que en realidad era uno de los representantes de Dios. No, más que eso, hemos aprendido que Jesucristo es el representante supremo del Padre en todos los sentidos. ¡Él era un portador verdadero y más digno del nombre de Dios, el primer ser humano en ser verdaderamente la imagen de Dios como Dios quiso desde el principio! (Ver Génesis 1:26-27.)

Con todo lo dicho, todavía no hemos cumplido necesariamente nuestra meta inicial, la meta de llegar a conocer a Dios. Tal vez, sin embargo, nos hemos acercado mucho más de lo que estábamos al principio. Al reconocer al Señor Jesús como representante de Dios, “la expresión exacta” de la persona de Dios, ahora estamos en una posición mucho mejor para entender a Dios.

Nadie ha visto a Dios, y debido a eso, puede ser difícil conocerlo. Pero, la gente ciertamente ha visto al Señor Jesús, y Jesús hizo todo lo que había aprendido de su Padre. Así, de ello se deduce que, como Jesús le dijo a Felipe, él que lo había visto a él había visto al Padre, nosotros también podemos ver al Padre cuando escuchamos atentamente a los pies de Jesús su enseñanza, y cuando observamos de cerca su forma de vida.

Cuando leemos acerca del Señor Jesús, esencialmente estamos leyendo acerca del Padre.

Cuando vemos al Señor Jesús darse libremente de sí mismo por el bien de sus seguidores, obtenemos una visión del carácter de Dios. Cuando vemos al Señor Jesús despojarse en la cruz por el bien del mundo, vemos el amor del Padre.

Esto significa que tenemos que pasar tiempo leyendo los Evangelios, reflexionando sobre su vida y sus acciones, y tratando de fomentar una relación con él reconociéndolo en todo lo que hacemos y decimos. En realidad, ya que Cristo era el representante perfecto de Dios, ¿qué mejor camino hay hacia el Padre que llegar a conocer a Su Hijo? Como escribió el apóstol Juan,

A Dios nadie lo vio jamás; quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre. (Juan 1:18)

Si realmente queremos conocer a Dios, debemos llegar a conocer verdaderamente a Su Hijo.

Jason Hensley

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