“El que crea y sea bautizado, será salvo…”
Marcos 16:16

BAUTISMO

Qué significa y por qué es importante

desplácese hacia abajo para comenzar a leer

BAUTISMO

Algunos cristianos practican el bautismo de adultos, algunos bautizan bebés. Algunos creen que es una parte esencial de la vida cristiana; otros lo consideran opcional. Algunos bautizan por inmersión, otros rociando unas gotas de agua o vertiendo agua de un vaso.

¿De qué se trata realmente el bautismo? ¿Por qué parece tan importante en la época del Nuevo Testamento y el cristianismo predicado entonces? ¿Y qué tiene que ver conmigo? 

Estas y muchas más preguntas se consideran en este folleto. Se espera de que, después de leer esto, no solo tendrás una nueva apreciación de este acto antiguo, ¡sino que te emocionarás acerca del tema! Hay mucho más al respecto del tema del bautismo de lo que piensas.

¿Qué dice la Biblia acerca del bautismo?

El bautismo se menciona mucho en 42 capítulos diferentes del Nuevo Testamento. Los evangelios de Mateo y Marcos terminan con Jesús resucitado dando a sus discípulos la comisión de predicar el Evangelio y bautizar:

Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mateo 28:19)

El libro de Hechos registra sus primeros trabajos, y el bautismo se menciona en 16 de sus 28 capítulos. 

El bautismo del apóstol Pablo es un ejemplo notable. Pablo pasó de ser enemigo y perseguidor de los seguidores de Jesús a ser su predicador más entusiasta. Sus escritos representan casi la mitad del Nuevo Testamento. Esta conversión increíble comenzó con una visión de Jesús resucitado, que apareció rodeado de luz cegadora. Durante tres días, Pablo no pudo ver. Entonces un creyente llamado Ananías fue enviado a él. Ananías habló con Pablo, usando el nombre hebreo de Pablo que era “Saúl”

“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.” Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. (Hechos 9:17-18)

El bautismo fue el primer paso hacia una nueva vida para Pablo, y también para todos los nuevos conversos en el libro de Hechos. El capítulo 2 de Hechos describe la predicación de Pedro en el día de Pentecostés, apenas siete semanas después de la crucifixión y resurrección de Jesús. Pedro fue el discípulo principal entre los doce seguidores más cercanos de Jesús. En ésta ocación, habló públicamente, argumentando convincentemente que Jesús era el Mesías prometido, y que su muerte y resurrección se habían predicho por los profetas del Antiguo Testamento. A los que estaban convencidos, Pedro les dijo:

Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo… Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas. (Hechos 2:38-41)

No cabe duda de que el bautismo fue una característica importante de la comunidad Cristiana original. Pero aún así, quedan algunas preguntas: ¿realmente importa si nos bautizamos? ¿Importa cómo nos bautizamos? ¿De qué se trata todo esto? En busca de respuestas, comenzaremos con las primeras referencias al bautismo. Estas referencias se encuentran en la descripción de la obra de Juan el Bautista.

Juan el Bautista y el bautismo de Jesús

Jesús tenía unos 30 años cuando comenzó su ministerio. Era desconocido más allá de su ciudad natal de Nazaret. Se sabía más acerca de su pariente, Juan, quien llegó a ser conocido como “Juan el Bautista” debido a su obra:

Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. (Marcos 1:5) 

El mensaje de Juan era sencillo. Enseñó que las personas necesitaban arrepentirse de sus pecados y llevar una vida piadosa y decente. No bastaba con ser judío, descendiente del fiel Abraham, el padre de la nación judía (Mateo 3:9). No importaba de quiénes eran descendientes, sino cómo vivían. Los ricos deben compartir con los pobres. Los recaudadores de impuestos nunca deben engañar a aquellos de quienes recaudaron. Los soldados (la policía de la época) nunca deben intimidar ni acusar falsamente y deben contentarse con sus salarios. El arrepentimiento significaba alejarse del pecado y vivir vidas que mostraran un cambio de corazón. 

Muchos vinieron a Juan deseando vidas cambiadas. Juan les bautizó para el perdón de los pecados. Los evangelios nos dan pocos detalles sobre el bautismo de Juan, excepto que eligió lugares donde había mucha agua y que el bautizado entraría al agua con Juan.

Más adelante, en el Nuevo Testamento, el bautismo se conoce como un “lavado” de pecados (por ejemplo, Hechos 22:16). Si nuestra conciencia funciona, hay algo en el pecado que nos hace sentir sucios. Para los seguidores de Juan, el acto del bautismo fue un acto de purificación. Se fueron a casa sintiendo que empezaron de nuevo. El simple ritual tenía un significado profundo.

Juan tenía otro mensaje para sus contemporáneos. Era importante que no tuvieran una opinión demasiado alta de él. Él no era el Cristo, el Mesías prometido. No era el gran profeta, como Moisés, a quien los judíos esperaban que Dios enviara. No, la misión de Juan era sólo preparar el camino para alguien que venía. 

Jesús comenzó su ministerio yendo a Juan y pidiendo ser bautizado. Uno podría preguntarse por qué Jesús, al no tener pecado, debería desear ser bautizado.

¡Juan mismo se lo preguntó! Al principio, Juan se negó rotundamente, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Jesús dijo: “Por ahora, déjalo así, porque conviene que cumplamos toda justicia.” y Juan  consintió. (Mateo 3:14-15) Evidentemente, había más en el bautismo que el perdón de pecados.

¿Qué significa todo esto?

Baptism in the Jordan River / Credit: Marcelo Alex / Shutterstock.com

El capítulo del bautismo: el hombre viejo y el hombre nuevo

Para algunas enseñanzas bíblicas, hay un capítulo en la Biblia que da una explicación particularmente clara y completa. Romanos 6 es un buen capítulo sobre el bautismo. Explica claramente el significado del bautismo y responde a nuestras preguntas acerca de si el bautismo es importante. También nos ayuda a entender cómo se debe hacer. Podemos aprender mucho sobre el bautismo de otras Escrituras, pero Romanos 6 es un buen lugar de inicio. Echemos un vistazo de cerca a este capítulo.

Trasfondo

En su carta a los Romanos, Pablo explica cuidadosamente que nuestra salvación es un don de Dios. La salvación no se gana como el pago por el empleo. Nadie merece la salvación; nadie tiene derecho a ella. Pablo dice que la salvación es enteramente el don de Dios, dado por Dios a los que le son fieles.

Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)

Esta fue una enseñanza desafiante para los judíos que escuchaban a Pablo, quienes sentían  que su descendencia de Abraham les daba una ventaja. Algunos sentían que podían poner a Dios en deuda a través de su comportamiento religioso, que podían ganarse la salvación.

Pablo dice que aquellos “procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (Romanos 10:3), pero que la justicia sólo se puede obtener como don de Dios a los que tienen fe.

Hoy en día, muchos cristianos han girado hacia otra visión de la salvación. Ellos razonan que la salvación se basa sólo en la fe, así que lo único que importa es que creamos. Lo que hagamos no importa, dicen. Sólo cree, y serás salvo. Este punto de vista está en clara contradicción con muchos pasajes de la Escritura. Por ejemplo, en Mateo 25:31-46, Jesús describe que el último juicio será basado en nuestro comportamiento, en cómo hemos tratado a los demás. No es cierto que la creencia sea lo único que importa, y que lo que hacemos no tiene nada que ver con nuestra salvación.

Pablo anticipó este punto de vista equivocado. Romanos 6 comienza así: “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?” (v.1)

Es una forma perversa de ver las cosas que dice: “Soy bueno pecando, y Dios es bueno perdonando, así que pecaré más, ¡y le daré a Dios muchas oportunidades de perdonar! ¡Voy a continuar en el pecado, y la gracia de Dios abundará! Así que Pablo plantea la pregunta: ¿así es cómo debemos ver las cosas?

El viejo hombre — muerto al pecado

Tan pronto como Pablo plantea la pregunta, denuncia enérgicamente el concepto erróneo detrás de ella. “¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (v.2). Con estas palabras, Pablo comienza una hermosa y alentadora explicación del significado del bautismo.

El bautismo, dice Pablo, es como un entierro. “Nuestro viejo hombre” era un “esclavo del pecado” (vs. 6,17). El bautismo es el entierro de nuestro viejo hombre, de nuestro modo de vida anterior. Cuando nos bautizamos, tomamos una nueva identidad. Este sentido de una nueva identidad es tan fuerte que podríamos pensar en la identidad anterior como perteneciente a una persona diferente.

En otra carta Pablo nos anima:

En cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)
“¿Continuaremos en pecado?” fue la pregunta hecha al principio de Romanos 6. La respuesta es que el pecado era parte de la vieja identidad, y que el anciano ha muerto; la nueva vida iniciada en el bautismo ya no es esclava del pecado.

Hay más. Pablo dice que el bautismo es como la muerte de Jesús. Dice que “todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte… hemos sido unidos a él en la semejanza de su muerte” (Romanos 6:3,5).

baptism old man new man

Estas palabras son al principio desconcertantes, pero la lectura cuidadosa y la contemplación del contexto le dan un significado y fuerte aliento. El hombre viejo no se ha limitado a morir, ha sido crucificado: “nuestro viejo hombre fue crucificado con él” (v.6). Nos llevan a contemplar al Señor Jesús, su dedicación y devoción. Con pleno conocimiento de lo que estaba delante de él, pasó por la terrible muerte de la cruz. El sacrificio de Jesús muestra su dedicación total y compromiso para hacer la voluntad de Dios. Nuestro bautismo también expresa el deseo de seguir completamente la voluntad de Dios. El bautismo demuestra compromiso.

Lo nuevo – vivo para Dios

Aún hay más. Pablo dice,

El que ha muerto, ha sido libertado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre Él. Porque en cuanto Él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios. (Romanos 6:7-10)

¿Qué significa que Jesús “no volverá a morir” y que “la muerte ya no tiene poder sobre él”? Simplemente esto, Jesús era mortal, al igual que nosotros. La muerte tenía dominio sobre él. Estaba sujeto a la tentación, y luchó las mismas batallas que nosotros contra ella. Hebreos 4:15 dice que él fue “tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.” En Romanos 6:23 Pablo dice, “la paga del pecado es muerte.” El pecado y la muerte son causa y efecto, y Jesús era igual que nosotros al ser tentado; la única diferencia era que nunca cedió.

Una de las grandes bendiciones que se reservan para aquellos que verdaderamente siguen a Cristo es ser liberados del pecado como él.

Cuando Jesús murió, también se murieron las tentaciones. Elevado a inmortalidad por Dios, Jesús fue liberado de “la ley del pecado y de la muerte” mencionada en Romanos 8:2.

Una de las grandes bendiciones que se reservan para aquellos que verdaderamente siguen a Cristo es ser liberados del pecado como él. Jesús dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.” (Mateo 5:6). Así que, para Jesús, la muerte trajo una gran liberación: ahora “vive para Dios” (Romanos 6:10), ya no está sujeto al pecado.

El punto de Pablo es que si el bautismo está relacionado con la muerte de Cristo, con un entierro del hombre viejo, entonces debemos pensar también en el bautismo en relación con la resurrección de Cristo. Uno se levanta del bautismo a una vida nueva. En esta vida nueva, uno debe considerarlo “muertos para pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús.” (Romanos 6:11). Pablo vuelve a señalarlo en otra de sus cartas:

Cuando ustedes fueron bautizados, fueron también sepultados con él, pero al mismo tiempo resucitaron con él, por la fe en el poder de Dios, que lo levantó de los muertos. (Colosenses 2:12 RVC)

Un fin y un comienzo

Así que el bautismo es un fin y un comienzo – el fin de una forma vieja de vida como esclavo del pecado; el comienzo de una vida nueva, como alguien totalmente dedicado a Dios. De hecho, Pablo dice que pasamos de ser “esclavos del pecado” a ser “siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). ¡Pero esta es una buena esclavitud! Escucha cómo Pablo concluye su argumento:

Porque de la manera que presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para santificación. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte.Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:19-23)

El pecado tiene una paga: la muerte. Dios da un don: la vida eterna. Nuestro bautismo es una muerte simbólica al pecado y un compromiso con la piedad.

Así que el bautismo es un fin y un comienzo — el fin de una forma vieja de vida como esclavo del pecadoy el comienzo de una vida nueva, como alguien íntegramente dedicado a Dios.

Preguntas sobre el bautismo

Jesús habló sobre el costo del discipulado (Lucas 14:25-33). Dijo que el costo podría ser alto. Los amigos y la familia podrían odiarnos, y el verdadero discipulado implica tomar la cruz y seguirlo (Lucas 14:27, Mateo 10:38). Debemos morir, crucificar la vida vieja. El punto de Pablo en estos versículos finales de Romanos 6 es que, aunque el costo podría ser alto, la redención ciertamente vale la pena.

Al principio planteamos algunas preguntas sobre el bautismo: ¿importa si nos bautizamos? ¿Cuándo debemos bautizarnos? y, ¿cómo debemos ser bautizados? Nuestra consideración de Romanos 6 ha sentado las bases para encontrar respuestas bíblicas a estas preguntas. Comenzaremos con el “cómo” del bautismo.

¿Cómo debemos ser bautizados?

No cabe  duda de que en los tiempos del Nuevo Testamento el bautismo se hacía por inmersión completa en el agua. Por ejemplo, leemos de Juan el Bautista que “Juan bautizaba en Enón, junto a Salín, porque allí había muchas aguas” (Juan 3:23). Si un vaso de agua hubiera bastado, Jesús podría haberse bautizado en cualquier lugar.

Después de su propio bautismo, Jesús “salió” del agua (Mateo 3:16. Un bautismo descrito en Hechos 8 involucra a dos hombres que viajan en un  carro, uno enseñando al otro el evangelio del Señor Jesús. Los dos encontraron un lugar donde había agua, y “descendieron al agua” y “y como subieron del agua” (Hechos 8:36-39).

baptism dying garments
Tinte, para colorear telas

La confirmación de este entendimiento se encuentra en la palabra griega utilizada para el bautismo. La palabra es “baptizo”, de la que obtenemos nuestra palabra “bautismo”. Significa “sumergirse”. La palabra fue “utilizada entre los griegos para significar el teñido de una prenda”.1 Uno no teñiría una prenda rociándola. El sentido de la palabra es tan claro que algunas traducciones de la Biblia se refieren a Juan el Bautista como “Juan el Inmersor”.

Piensa de nuevo en la enseñanza de Pablo en Romanos 6, donde muestra que el bautismo es un entierro simbólico de una vieja forma de vida. Cuán apropiado es que el bautismo se realice por inmersión completa. Cuán inapropiado sería cambiar la forma en que Jesús y los apóstoles lo hicieron sobre la base de que alguna otra manera podría ser más conveniente.

En los libros de historia del Antiguo Testamento, encontramos el relato de Naamán, un general sirio que había contraído la lepra (2 Reyes 5). Un joven siervo judío en su casa lo motivó a buscar la sanación del Dios de Israel por medio del profeta Eliseo. Su ánimo y la gravedad de la enfermedad fueron suficientes para convencerlo de que lo intentara. Eliseo le dijo a Naamán que, si quería ser sanado, tendría que sumergirse siete veces en el agua enlodada del Río Jordán. La reacción inicial de Naamán fue indignación: ¿no había ríos más limpios y mejores en Siria? Pero sus siervos se impusieron sobre él, e hizo lo que Eliseo mandó. Al salir del agua la séptima vez, “al instante quedó limpio: Su piel se volvió tan suave como la de un niño.” (2 Reyes 5:14). La lepra se había ido.

Es asombroso notar que la versión griega del Antiguo Testamento, la utilizada por los primeros cristianos gentiles, utilizó la palabra “bautizar” para describir a Naamán siendo “sumergido” en el agua.

Este acontecimiento del Antiguo Testamento es una imagen muy poderosa de lo que es el bautismo y lo que hace el bautismo: enterrado en una muerte simbólica, asociado con la muerte y el entierro de Jesús, y luego saliendo del agua a una vida completamente nueva. En este momento, uno es lavado y purificado —mejor que Naamán— ¡porque este bautismo es un primer paso hacia la vida eterna!

¿Cuándo debemos bautizarnos?

El apóstol Pedro describe el bautismo como “una petición a Dios de una buena conciencia” (1 Pedro 3:21). Esto no significa una conciencia tranquila, sino una conciencia que funcione correctamente. Cuando una persona finalmente se da cuenta de que no ha seguido los caminos de Dios y necesita su perdón, cuando uno quiere apartar su viejo camino pecaminoso y comenzar una nueva vida con el modelo de la vida de Cristo; y cuando uno entiende el compromiso que está haciendo, entonces debe ser bautizado.

Cuando Jesús fue resucitado de entre los muertos, pasó 40 días instruyendo a sus discípulos sobre cómo debían predicar el Evangelio (Hechos 1:1-8). El evangelio de Marcos tiene un breve resumen de la comisión que Jesús dio a los discípulos:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado. (Marcos 16:15-16)

Notamos dos cosas al leer esto: Primero, Jesús habla de aquellos que creen y se bautizan, y de aquellos que no creen. Pero ni siquiera menciona a los que creen y no se bautizan. Es como decir que cuando uno cree, será bautizado. ¿Por qué alguien participaría en especulaciones acerca de si el bautismo es necesario para la salvación? ¿Por qué alguien diría que es simplemente “el signo externo de un cambio interno”?

Por supuesto, el cambio interno es vital, de lo contrario lo único que hace el bautismo es mojarnos. Pero decir que el bautismo es opcional parece presuntuoso. Debemos considerar la participación en este rito como un honor que nos asocia con los creyentes a lo largo de todos los siglos desde Jesús y nos asocia con el Señor Jesús mismo.

¿Por qué alguien participaría en especulaciones acerca de si el bautismo es necesario para la salvación? ¿Por qué alguien diría que es simplemente “el signo externo de un cambio interno”?

Nuestra segunda observación es que, como en la referencia que hemos visto en 1 Pedro 3:21, la creencia precede al bautismo: “El que crea y sea bautizado se salvará.” Tal es el modelo en todo el Nuevo Testamento: “arrepentíos y sed bautizados“ (Hechos 2:38); “muchos de los corintios, al oír, creían y eran bautizados.” (Hechos 18:8).

Si la creencia y el arrepentimiento deben preceder el bautismo, y si el bautismo es un signo de compromiso personal, entonces seguramente el bautismo sólo puede ser para aquellos que tienen la edad suficiente para entender su significado, y no para infantes.

Un ejemplo para nosotros

Hechos 8:26-40 describe la conversión y el bautismo de un etíope, “un eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes.” Este hombre parece haber sido un converso al judaísmo, y acababa de visitar Jerusalén para adorar. En su camino de regreso a Etiopía, el eunuco estaba leyendo la profecía del Antiguo Testamento de Isaías.

eunuch baptism water
El eunuco creyó, y fue bautizado.“Descendieron al agua” — completamente sumergido — y salió como un hombre nuevo para seguir a Jesucristo. Y “continuó su camino gozoso.”

El eunuco creyó, y fue bautizado. “Descendieron al agua” — completamente sumergido — y salió como un hombre nuevo para seguir a Jesucristo. Y “continuó su camino gozoso.”

El pasaje que estaba leyendo (Isaías 53) era una profecía notable del sacrificio de Cristo. Había sido escrito 600 años antes, pero se había cumplido recientemente. El eunuco estaba tratando de entender este pasaje.

Fue un momento difícil para los cristianos judíos en Jerusalén debido a una gran persecución que surgió contra ellos (Hechos 8:1). Uno de los cristianos expulsados de Jerusalén era un predicador entusiasta llamado Felipe. Este hombre fue enviado por un ángel para encontrarse con el eunuco etíope. Cuando Felipe se acercó al carro del eunuco, lo encontró leyendo la profecía de Isaías y le preguntó si el eunuco entendía lo que estaba leyendo. El eunuco respondió que necesitaba ayuda, e invitó a Felipe a subirse al carro. Así que Felipe se subió y “comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8:35).

Evidentemente, “el evangelio de Jesús” significaba más que describir quién era Jesús, lo que había enseñado y la realidad de su resurrección. “El evangelio de Jesús” incluía algunas enseñanzas sobre el bautismo, porque, “yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36).

La respuesta de Felipe fue que si el etíope era de todo corazón en su creencia, podía ser bautizado. Era como su reciente predicación en Samaria: cuando la gente creyó en el evangelio del reino de Dios y entendía cómo el propósito de Dios se centraba en Jesús, entonces ya era hora de bautizarse (Hechos 8:12). 

La respuesta del eunuco fue simple: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Él había estado convencido de que las cosas que había aprendido como converso al judaísmo se habían llenado con la comprensión de Jesús como Hijo de Dios, su sacrificio como se predijo en Isaías y la creencia en la resurrección.

Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso. (Hechos 8:38-39)

El eunuco creyó, y fue bautizado. “Descendieron al agua” — completamente sumergido — y salió como un hombre nuevo para seguir a Jesucristo. Y “continuó su camino gozoso.”

Cómo el bautismo nos conecta con Abraham

La importancia del bautismo se destaca por su relación con las promesas que Dios hizo al patriarca de Israel, Abraham. 

Abraham es una de las personas más importantes de la Biblia. Su historia se narra en Génesis, capítulos 12-25. La característica definitiva de la personalidad de Abraham fue su fe inquebrantable en Dios.

En una ocasión, Dios le prometió a Abraham que, a su debido tiempo, tendría tantos descendientes que contarlos sería tan imposible como contar las estrellas en una noche sin nubes.

Lo llevó fuera, y le dijo: “Ahora mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas.” Y le dijo: “Así será tu descendencia!” (Génesis 15:5)

Abraham era bastante viejo en ese momento, y sin hijos, así que habría sido fácil dudar. Pero la Escritura dice que Abraham “creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia” (15:6).

A medida que la vida de Abraham progresaba, Dios le hizo más y mayores promesas. Prometió darle la tierra de Israel como su propia posesión personal, para siempre (Génesis 13:14-17). Implícita en esta promesa estaba la esperanza de la resurrección y la vida eterna para Abraham. ¿Por qué? Porque Abraham murió sin poseer nunca la tierra (Hechos 7:5). Para poseerla, debería volver a vivir—y para siempre— así Dios sería fiel a Su palabra.

¿Por qué debería importarte? Debido a que esta promesa no solo fue hecha a Abraham, sino también a sus descendientes:

Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y yo seré su Dios. (Génesis 17:8)

Entonces, ¿cómo puedes compartir esta herencia prometida a Abraham y a su descendencia? Conideremos estas palabras de Pablo:

Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa. (Gálatas 3:26-29)

Es solo a través del bautismo, el cual nos hace una parte de Cristo, que tenemos esta maravillosa esperanza; no hay otra manera. En otro verso, Pablo es enfático acerca de la naturaleza restringida de esta promesa:

Recordad que en ese tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. (Efesios 2:12-13)

Si no creemos en el Evangelio ni buscamos el bautismo en Cristo, seguiremos siendo “extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo”.

Esta promesa Abrahámica es la fuente de la seguridad del salmista de que “los mansos heredarán la tierra.” Esto se dice cinco veces en el Salmo 37 (vv. 9,11,22,29,34) y Jesús cita este Salmo en su Sermón del Monte: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mateo 5:5).

Así que, en Cristo, a través del bautismo, podemos tener esperanza. Esas promesas, hechas a Abraham y extendidas a todos los que siguen su ejemplo de fidelidad, también son para nosotros cuando nos bautizamos. Somos.“bautizados en Cristo” y llegamos a ser ”descendencia de Abraham, herederos según la promesa.” (Gálatas 3:29) 1Vea otro artículo de esta serie sobre el Reino de Dios: Is a Better World Possible?

La tierra prometida a Abraham. Paisaje aéreo del valle de Jezreel. Tomado del Monte Tavor en la Baja Galilea, Israel.

Cómo el bautismo nos conecta con los demás

Puede sonar extraño decir que somos “bautizados en Cristo”. La frase “en Cristo” es una figura común del habla del Nuevo Testamento. Su sentido se hace evidente al oír su uso. 

Aquí hay algunos ejemplos:

Si alguno está en Cristo, nueva criatura es (2 Corintios 5:17)
Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús. (Romanos 8:1)

La paz sea con todos vosotros, los que estáis en Cristo. (1 Pedro 5:14)

Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados. Entonces también los que han dormido en Cristo han perecido. Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. (1 Corintios 15:17-19)

Estar “en Cristo” significa tener un estado cambiado, una identidad cambiada, paz y confianza en una relación preciosa con Dios.

Estar “en Cristo” significa tener un estado cambiado, una identidad cambiada, paz y confianza en una relación preciosa con Dios.

Parte de esta nueva identidad también implica nuestra relación con otros creyentes. En un pasaje útil (1 Corintios 12), la comunidad de creyentes fieles se compara con un cuerpo. Pablo describe la forma en que nuestro cuerpo natural tiene muchas partes diferentes —manos, pies, oídos, ojos— todas con diferentes funciones, todas cruciales, todas cuidadas.

Así es con el “cuerpo de Cristo” (12:27); todas las diferentes partes (“miembros”) son necesarias. “Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él” (12:26). Al describir este cuerpo, Pablo dice que “todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres” (12:13).

Hemos visto que el bautismo es para el perdón de pecados. Hemos visto que es un entierro simbólico de una vieja forma de vida y el comienzo de una vida nueva. Pero eso no es todo. También es el medio por el cual nos convertimos en parte del cuerpo de Cristo y herederos de las promesas a Abraham. Ser parte de este cuerpo nos lleva a la comunión y la colaboración con otros creyentes, trabajando juntos y cuidándonos unos a otros.

Bautismo comparado con la circuncisión

Hay otro símbolo utilizado en el Antiguo Testamento que nos ayuda a apreciar el significado del bautismo. Para el pueblo judío, la circuncisión de los bebés varones en su octavo día era un símbolo de la relación de la nación con Dios (Génesis 17:10-14). Era la señal del pacto entre Dios y su pueblo (17:11). Si un extranjero deseaba asociarse plenamente con el pueblo de Dios en la adoración, tenía que ser circuncidado (Éxodo 12:48). La circuncisión era una señal del pacto de Dios y simbolizaba un compromiso con el camino de Dios y con la pureza espiritual. Así, Moisés pudo decirles a los judíos que “circuncidad vuestro corazón” (Deuteronomio 10:16). En el Nuevo Testamento, Pablo podía exhortar a los creyentes a que “es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón” (Romanos 2:29).

Pensando en estas cosas, podemos ver la similitud entre el bautismo y la circuncisión. Ambos tienen que ver con nuestra relación con Dios, ambos involucran un acto físico con un significado espiritual. Entonces, no es sorprendente que el Nuevo Testamento compare el bautismo y la circuncisión:

En él (Cristo) también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo; habiendo sido sepultados con Él en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con Él por la fe en la acción del poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos. (Colosenses 2:11-12)

Conclusión

Hemos visto que el bautismo significa inmersión, y que esta inmersión es un entierro simbólico de una vieja forma de vida. Hemos visto que la creencia precede al bautismo, y que el bautismo es el comienzo de una nueva vida de fe y compromiso. Por medio del bautismo, los pecados se lavan. El bautismo nos asocia con Jesús, haciéndonos parte del cuerpo de Cristo. Y nos hace herederos de las grandes promesas que Dios hizo a Abraham, promesas que pertenecen a la esperanza de la resurrección y la vida eterna.

Tal vez la pregunta del eunuco etíope resuena en nuestra mente: “¿Qué me impide ser bautizado?” Para algunos son dudas de sí mismos. El bautismo puede parecer un compromiso demasiado grande. Algunos pueden decir “pero no soy lo suficientemente bueno”. O, “¿Y si peco después de ser bautizado?”

Si estos son tus sentimientos, tranquilízate. Uno no se bautiza porque es perfecto. Más bien, el bautismo es para aquellos que quieren ser perfectos. Dios comprende plenamente nuestras debilidades, y de las que puede depender para perdonarnos si nos arrepentimos: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”
(1 Juan 1:9).

Jesús promete: “No temas, rebaño pequeño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino” (Lucas 12:32). Si es el placer del Padre dar el reino a los seguidores de Jesús, ¿no nos ayudará a superar aquellas cosas que estorban nuestra fidelidad y obediencia a Jesús?

El bautismo es un primer paso de compromiso en el camino hacia la vida eterna. “Crea y sea bautizado” (Marcos 16:16) dice la voz de Jesús de las páginas de la Biblia. Es una voz que realmente vale la pena escuchar.

Bill Link

All images used under license from Shutterstock.com and/or Pexels.com Most scriptures are quoted from the New King James Version, copyright © 1982 by Thomas Nelson. Used by permission. All rights reserved. Occasionally, scriptures are quoted from the English Standard Version, copyright © 2001, 2007, 2011, 2016 by Crossway Bibles, a division of Good News Publishers. Used by permission. All rights reserved.

Share this link:
Do you have any questions or comments about this article?
We’d love to hear from you!